martes, 28 de octubre de 2014

...Y LLEGÓ EL OTOÑO






En llamas, en otoños incendiados, 

arde a veces mi corazón, 
puro y solo. El viento lo despierta, 
toca su centro y lo suspende 
en luz que sonríe para nadie: 
¡cuánta belleza suelta! 



Busco unas manos, 
una presencia, un cuerpo, 
lo que rompe los muros 
y hace nacer las formas embriagadas, 
un roce, un son, un giro, un ala apenas; 
busco dentro mí, 
huesos, violines intocados, 
vértebras delicadas y sombrías, 
labios que sueñan labios, 
manos que sueñan pájaros... 



Y algo que no se sabe y dice «nunca» 
cae del cielo, 
de ti, mi Dios y mi adversario.

                                                                                       Octavio Paz

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